Hace unos meses que colea el
debate sobre la posible influencia de cuentas fantasma en redes sociales,
utilizadas por la inteligencia rusa para difundir material político y alterar
los resultados de las elecciones americanas. Sea cierto o falso, la tecnología
permite este tipo de usos perversos. Facebook o Google pueden analizar matrices
inmensas de datos de usuarios (qué tipo de fotos cuelgan en las redes, por
dónde navegan, qué tipo de información buscan, en qué medios se informan, quiénes
son sus contactos, qué publican en twitter...). Con todo ello, los motores de
inteligencia artificial pueden extrapolar sus posibles tendencias políticas.
Pueden, incluso, detectar perfiles de individuos indecisos ante unas
elecciones, y hacerles llegar material político de impacto (falso o no), para
alterar el sentido de su voto. O para polarizarlos, crear tensiones sociales, fomentar
conflictos y desestabilizar países. Parece que todo ello ha pasado en EEUU, en
el Reino Unido, en Alemania y en otras zonas (quizá, incluso en Catalunya).
Hace un par de semanas tuvimos un
nuevo aviso del uso perverso (e, incluso, letal) de la tecnología. La
Universidad de Berkeley y el Future of
Life Institute, una organización cuya finalidad es, precisamente, analizar
el cambio tecnológico para utilizarlo en beneficio de la humanidad, publicaron
un inquietante vídeo:
“Slaughterbots” (algo así como “bots masacradores”). El trabajo tenía como
objetivo sensibilizar a las Naciones Unidas (y a la comunidad internacional) de
la necesidad de prohibir el uso de armas autónomas basadas en inteligencia
artificial.
“Las armas nucleares están
obsoletas”, según el presentador. Imagínense un enjambre de centenares de miles
de pequeños drones, de tamaño poco superior al de una abeja. Imagínense que
esos drones tuvieran una pequeña carga explosiva, capaz de hacer penetrar un
pedazo de metal en el cerebro de un humano, matándolo instantáneamente.
Imagínense esos drones, equipados con cámaras y sistemas de reconocimiento
facial, identificando automáticamente a sus víctimas, posándose sobre sus cabezas,
y haciéndolas estallar. Reconociendo edad, sexo, raza, religión, nacionalidad,
nivel cultural, empleo, posible perfil psicológico e, incluso, ideología (conectándose
en tiempo real a sus redes sociales para analizar sus tendencias políticas).
Imagínense un oscuro general decidiendo matar en un territorio, selectivamente,
a todos los varones mayores de 16 años. O a todos los individuos de una determinada
religión. O a todos los titulados superiores, o todos los que desempeñen
funciones de liderazgo. O a todos los políticos o empleados públicos. O a todos
los que tengan una determinada ideología…
El lado oscuro de la fuerza está
aquí. La inteligencia artificial, y la revolución tecnológica pueden resolver
la práctica totalidad de los problemas del ser humano. Pero también pueden
crear sus más atroces pesadillas. No se pierdan el vídeo...
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