Un sistema complejo es un conjunto
de agentes interrelacionados, en el cual las conexiones e interacciones entre
ellos generan comportamientos emergentes no lineales (sin proporcionalidad
entre causa y efecto). La no linealidad se caracteriza porque pequeñas
perturbaciones producen grandes efectos, o efectos en terceros. Por el contrario, grandes perturbaciones pueden ser amortiguadas por el conjunto de agentes y dar lugar
a efectos residuales. Los sistemas complejos responden ante cambios de las
condiciones de contorno, alcanzando nuevos estados de equilibrio o creando
bucles de realimentación positiva que pueden hacer colapsar el sistema (una causa crea un efecto que afecta al
propio agente causante, volviendo a incrementar el efecto)… Y, en general, los
patrones emergentes no pueden explicarse sólo a partir de los agentes que
componen el sistema, sino también a través de sus interacciones.
Xavier Furió, físico, director
general de Localret, me introdujo en el tema a través de una apasionante conversación
hace unos días. La materia está compuesta de átomos, y el conjunto de átomos
que conforman el universo, sometidos a las interacciones que generan las
fuerzas de la naturaleza, conforma un sistema complejo que hace emerger
patrones casi inexplicables: la materia, la vida y la propia consciencia. Los
átomos generan capas superiores de organización que hacen posible no solo la
vida, sino la inteligencia y la consciencia de la misma. Partículas inertes, mediante interacciones, generan patrones superiores que llegan a alumbrar máquinas biológicas capaces de conceptualizar, aprender y pensar. Increíble.
Las mismas neuronas, células sorprendentes, se configuran en un formidable sistema complejo: el cerebro. Las interacciones entre las neuronas
dan lugar a la memoria y al intelecto. Los sistemas complejos son capaces de
crear capas superiores de organización e interacción con nuevas propiedades que
no se pueden explicar desde la observación de los agentes individuales:
estudiando una neurona aislada, no podemos entender cómo se construye el
pensamiento. La constatación de que el todo es superior a la suma de las
partes, desde la teoría de la complejidad, es una evidencia constante.
Las sociedades son sistemas
complejos, impredecibles bajo la lógica matemática clásica y bajo la concepción
lineal tradicional del mundo. Pequeñas causas puede generar grandes efectos hoy, en una dinámica de turbulencia propulsada por la interconexión informática
global. La inmediatez de la comunicación genera un nuevo tipo de interacción
entre los agentes. Si en el siglo I, o en el XII, o incluso en el XIX, un
acontecimiento inesperado a 1000 Km de distancia (un atentado, una guerra, una
crisis política) posiblemente no generaba alteraciones en nuestra realidad
(pues la información tardaba días, o incluso meses, en llegar, y por tanto era
irrelevante), hoy sus efectos son inmediatos. Teoría del caos. El vuelo de una
mariposa en Shanghái, en el Cairo o en Buenos Aires puede crear una tempestad,
en tiempo real, en Wall Street. En palabras de Furió, las redes sociales convierten sistemas que no eran complejos, en
sistemas complejos. Para muestra, cabe observar en el gráfico anexo (capturado de Twitter) la ingente cantidad de
información que cada minuto se vierte en internet y calibrar su impacto
potencial en la toma de decisiones y en las interacciones entre individuos y
organizaciones: 200 millones de e-mails, 278.000 tweets o 2 millones de búsquedas en Google cada 60 segundos.
En innovación, la complejidad se
debe abordar desde diferentes perspectivas. Desde la teoría organizativa, una
empresa es una pequeña red social, un pequeño sistema. Es un nodo de un sistema
superior (el económico), formado por individuos que interaccionan, con
relaciones no siempre racionales y con formatos relacionales diversos
(relaciones de poder, de autoridad, de fidelidad, de aversión, de funcionalidad…).
Un auténtico sistema complejo, el liderazgo del cual posiblemente sea óptimo
cuando es emergente (los sistemas
complejos se adaptan al entorno mediante formas de autoorganización). Mucho que
aprender desde el liderazgo: avanzaremos hacia liderazgos distribuidos,
adaptativos, en los cuales la toma de decisiones se realizará por aquéllos
agentes que dispongan de máxima información, no por aquellos que acumulen más
poder.
Las ciencias de la complejidad
pueden explicar nuevos paradigmas de liderazgo. Como también pueden explicar la
creación y emergencia de ecosistemas innovadores a partir de la autoorganización de sus agentes. Por primera vez en la historia de la humanidad, vivimos, trabajamos y competimos en sistemas complejos. Intuyo que la ciencia de la
complejidad será la auténtica nueva frontera del management.