Recientemente se ha publicado el Innovation Union Scoreboard 2013. Los líderes europeos continúan siendo Suecia, Alemania, Dinamarca y Finlandia (por este orden). España continúa en uno de los pelotones de cola, el de "innovadores moderados", junto con la República Checa, Grecia, Hungría, Italia, Lituania, Malta y Portugal. De este grupo, sólo Grecia presenta un comportamiento peor al de España, con un decrecimiento del 1,7% en su índice compuesto (España ha mejorado en un mísero 0,9%, mientras que Italia -en el mismo grupo- mejora en un 2,7% o Lituania en un 5% ). España, pues, se sitúa en las posiciones de cola, perdiendo gas respecto a su grupo.
Dicho índice se conforma por 25 indicadores divididos en "habilitadores" (calidad de los recursos humanos, sistema científico e instrumentos financieros de soporte), "actividades empresariales" (inversiones privadas, actividad emprendedora y activos intelectuales), y "outputs" (resultados de innovación en empresas y efectos económicos). España sobresale de forma destacada en uno de los parámetros: publicaciones científicas internacionales (199 puntos, cuando la media de la UE-27 es 100). Pero fracasa estrepitosamente en otros parámetros como inversión empresarial en I+D (53/100), inversión en capital riesgo (53/100), aplicaciones de patentes PCT (37/100), o retornos internacionales de las patentes (12/100). El esfuerzo investigador está desconectado de la realidad económica del país. Investigamos, pero no innovamos.
Según INE, el indicador de innovación por excelencia (inversión en I+D/ PIB) ha caído en España del 1,39 al 1,33% en 2010-2011. La media europea es del 2,03%. Y el objetivo europeo 2020 es del 3%. ¿Lo conseguiremos? No con las políticas actuales: haciendo lo que siempre hemos hecho, conseguiremos lo que siempre hemos conseguido. Y, con políticas de innovación low-cost, aún conseguiremos menos.
¿Y en Catalunya? Recientemente, hemos sabido por FECYT que el impacto de las publicaciones científicas catalanas está un 44% por encima de la media mundial. Es un excelente dato, resultado de una década de sólida, constante e inteligente política científica. Pero, ¿cómo contribuye esto a la prosperidad del país? No podemos ser autocomplacientes. Según INE, la intensidad innovadora ha decaído en Catalunya del 1,68% al 1,55% en dos años, alejándonos velozmente de los objetivos y de la media europea. En paralelo, el número de empresas consideradas innovadoras (que desarrollan actividades de I+D o nuevos productos) se ha reducido en un dramático 34% entre 2008 y 2011.
En España, sólo País Vasco y Navarra, con decididas políticas sistémicas, de integración entre ciencia, tecnología y clústers, sostenidas con tres décadas de cooperación estratégica entre administraciones, centros de conocimiento y empresas, avanzan decididamente hacia una economía del conocimiento, pasando del 1,95 al 2,10% y del 1,97 al 2,05% en I+D sobre PIB, respectivamente, en los últimos años.
En resumen, mi diagnosis de la situación es la siguiente:
- Una buena política científica es necesaria, pero absolutamente insuficiente para impulsar una auténtica economía de la innovación.
- No creo que las empresas locales sean especialmente estúpidas y "no hayan hecho los deberes". Las empresas se comportan de forma racional y predictible en todas partes. Son igualmente aversas al riesgo en España, en Alemania, Corea del Sur o USA. No caigamos en falsos tópicos: se han creado las condiciones de contorno y la sensibilidad social suficiente para incrementar los indicadores científicos del país, pero no se ha hecho lo propio con el desarrollo industrial y las políticas de competitividad. Se han establecido los sistemas de incentivos necesarios para que la ciencia despegue, y ha despegado. Pero, en términos generales, no ha existido estrategia industrial. El cambio del modelo productivo en base a conocimiento, ni está ni se le espera.
- Aquellas comunidades donde se han integrado las políticas, se ha abordado el problema de la competitividad de una forma sistémica (ciencia-tecnología-empresa), y se han generado los incentivos para desarrollar de forma concurrente centros de conocimiento y clústeres de alta tecnología, son las que mayor éxito internacional demuestran y mayor inmunidad al paro y a la crisis. Es cierto que País Vasco y Navarra tienen el concierto económico, pero también es cierto que han realizado aproximaciones integrales al problema, evitando subóptimos locales.
- No habrá sociedad ni economía del conocimiento sin substrato industrial que la soporte.
- Mientras se entienda que política científica y política industrial son dos realidades disjuntas y conectadas sólo por voluntarismos ingenuos, el país está condenado al fracaso en la intensa competición económica del siglo XXI.